ENERGÍAS RENOVABLES

Argentina, con rumbo a la transición energética

En un contexto global dramático, el aporte de las fuentes alternativas al consumo eléctrico nacional llega a 12%. Ese sector demanda fuertes inversiones.

Argentina, con rumbo a la transición energética
“Las emisiones están asfixiando nuestro planeta”, dice el titular de la ONU.

 

Por Martín Borja / terminalC

Mientras el mundo reclama imperiosamente un vuelco hacia las energías limpias, el proceso que llevan adelante las naciones emergentes y en desarrollo para adaptarse a una transición se torna lento y plantea enormes desafíos hacia el futuro. Los costos de un paulatino cambio de matriz energética son altos y precisan de grandes caudales de inversión y financiamiento.

Es el caso de la Argentina, que aún tiene una altísima dependencia del gas, el carbón y el petróleo. Sin embargo, luego de años de atraso e inercia en el tema, la sinergia entre el impulso estatal y el interés del sector privado da sus frutos y permite recuperar paso a paso el tiempo perdido hacia una transición energética. La economía local tiene un enorme potencial de crecimiento en la materia y desde hace dos años sigue sumando megavatios (MW) a la red de distribución eléctrica.

En 2020, 9,7% de la demanda total de energía eléctrica nacional fue abastecida a partir de fuentes renovables. Durante todo el año pasado, se añadieron 1.524 MW a través de 39 proyectos.

Al finalizar el primer semestre de 2021, se encontraban operativos 177 proyectos de energías renovables, con una potencia instalada total de 4.754 MW que, según la Secretaría de Energía, permite abastecer a más de 5 millones de industrias, comercios y hogares.

En los primeros tres meses de este año, se pusieron en marcha 10 proyectos, que incorporaron 382 MW de potencia instalada. Entre abril y junio, se sumaron otros cinco nuevos proyectos de gran escala distribuidos en las provincias de Buenos Aires, Chubut y Misiones, que dieron en total más de 187 MW de potencia instalada al Sistema Argentino de Interconexión. Se trata de tres parques eólicos y dos centrales térmicas de bioenergías (una de biogás y una de biomasa), que representaron inversiones por más de 276 millones de dólares.

Estas nuevas plantas permiten seguir aumentando el abastecimiento con renovables, que no bajó este año de 11% de la demanda eléctrica a nivel nacional. En el segundo trimestre, el promedio de cobertura de la demanda total del Mercado Eléctrico Mayorista (MEM) fue 12,2 % de fuentes renovables, según datos proporcionados por la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico S.A. (CAMMESA).

“Desde el Estado Nacional seguiremos contribuyendo al crecimiento de las renovables en la matriz energética nacional con iniciativas de apoyo a los proyectos que están avanzados, la liberación de capacidad de transporte para nuevos proyectos y el fomento a los contratos entre privados y las bioenergías”, explicó el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo.

Tanto desde el sector privado como el estatal, observan con optimismo el panorama actual. YPF Luz vendió en el segundo trimestre de este año 134,2% más que en igual periodo del año pasado. Esta empresa de generación de energía térmica y renovable, controlada por el Estado, abastece de energía renovable a industrias importantes como Toyota, Coca-Cola FEMSA, Nestlé, Profertil, Holcim, Santander, Ford, Roca y Hyatt, entre otras.

El nuevo mandamiento global es la descarbonización. Según la Agencia Internacional de la Energía ( IEA), que congrega a 30 países, entre ellos varios grandes productores de petróleo, los mercados emergentes y las economías en desarrollo son responsables de “alrededor de dos tercios de las emisiones de carbono del mundo y su participación va en aumento”, por lo que consideran fundamental la adopción de tecnologías de energía limpia, de cara a un futuro catastrófico, como se describe en el reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU sobre el calentamiento global del planeta. La inversión anual en energía limpia en estas economías deberá aumentar en más de siete veces, a más de 1 billón de dólares para 2030, proyecta la IEA. Esto representaría más de 40% de la inversión energética global total hasta 2050.

El año pasado, con una recesión económica mundial feroz como efecto de la pandemia, el mercado energético total cayó 4%, la demanda de petróleo declinó 8,8% interanual y la de carbón, 5%. Contrariamente a la debacle general, las energías verdes crecieron en producción y demanda a escala global.

El escenario es dramático si no se gestionan con decisión las transformaciones hacia una matriz energética sostenible en el tiempo, aunque las urgencias globales nunca coincidan con las domésticas. Si bien los costos de las renovables siguen cayendo frente a las tradicionales (carbón, petróleo y gas), esto es más visible en los países con alto desarrollo tecnológico y menos en los que tienen inversiones incipientes en el mercado verde, con infraestructuras atrasadas y problemas de deuda.

“A medida que se expande el papel de la electricidad limpia en la economía y disminuye el de los combustibles fósiles, el suministro seguro de electricidad se vuelve cada vez más importante. Es por eso que la resiliencia climática del sector eléctrico debe ser una prioridad máxima en las agendas políticas de los gobiernos”, subraya Fatih Birol, director ejecutivo de la IEA.

“Las olas de calor aumentarán el desafío de satisfacer la demanda de electricidad y, al mismo tiempo, descarbonizarán el suministro de electricidad. Hoy en día, la cantidad de energía utilizada para refrigerar espacios, como hogares, tiendas, oficinas y fábricas, es responsable de alrededor de mil millones de toneladas de emisiones globales de CO2. En particular, la energía para refrigeración puede tener un impacto importante en los períodos pico de demanda de electricidad, intensificando el estrés en el sistema. Dado que la demanda de energía utilizada para los acondicionadores de aire en todo el mundo podría triplicarse para 2050, estas tensiones aumentarán a menos que los gobiernos introduzcan medidas políticas más estrictas para mejorar la eficiencia energética de las unidades de aire acondicionado”, amplía el directivo de la IEA.

Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), alcanzar las metas del Acuerdo de París exige a nivel global duplicar para 2030 la cuota de renovables en la generación eléctrica hasta situarla en 57%. Está previsto que sea la energía eólica la principal fuente mundial para mitad de siglo, junto con la energía solar fotovoltaica, pero para ello serán necesarios incentivos y financiamiento dirigidos hacia las naciones periféricas.

“La industria puede enfrentar este desafío, pero necesita de la colaboración de los gobiernos y otras partes interesadas”, afirmaron desde la Coalición Global de Energía Eólica para la COP26, de la que forma parte la Cámara Eólica Argentina (CEA), en una carta dirigida a los jefes de Estado del G20, antes de las sesiones ministeriales realizadas en Italia en julio pasado. “Es necesario un cambio de política decisivo y urgente. Actualmente, hay 56.000 GW de potencial técnico eólico marino fijo y flotante en los países que integran el G20. Sólo Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Japón, Indonesia, México, Sudáfrica y los Estados Unidos albergan, al menos, 296.000 GW de potencial eólico terrestre”, afirmaron.

El texto sostiene que “la energía eólica debe convertirse en el motor de las economías del G20”, y “comenzar a impulsar una recuperación ecológica de la pandemia de COVID-19”, por lo que llamaron a superar “cuellos de botella políticos y regulatorios críticos que impiden el despliegue de proyectos y bloquean el flujo de inversiones necesarias”.

En Argentina, la Ley 27.191 establece las metas nacionales: superada la primera etapa de 8% hasta 2017, el próximo objetivo en una segunda etapa es alcanzar al 31 de diciembre de 2025 una contribución de 20% con fuentes renovables al consumo de energía eléctrica nacional. Con el nivel actual de crecimiento, el futuro es promisorio, si se tiene en cuenta que en 2013 apenas 1% provenía de fuentes renovables. Como se señaló antes, hoy ronda el 12%.

La atención está puesta en el potencial eólico, solar y de biomasa a lo largo y ancho del país. A estos se suman las posibilidades de explotación de energía marítima o mareomotriz, dada la extensa costa argentina y sus posibilidades climáticas. Desde la IRENA, destacan que “una economía azul impulsada por energías renovables costa afuera ayudaría a las islas y países con áreas costeras a cumplir sus objetivos nacionales alineados con el Acuerdo de París, sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) y la Agenda de Desarrollo Sostenible para 2030”.

Los océanos del mundo son una fuente de abundante energía limpia, que puede ser aprovechada mediante la energía eólica marina (con cimientos fijos y flotantes, o aerotransportada), la energía solar fotovoltaica (PV) flotante y de corrientes marinas.

En el medio, están los compromisos del gobierno argentino con la Agenda 2030 y lo asumido en la Cumbre de Líderes sobre el Clima 2021. Argentina se ha comprometido a reducir 25,7% sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para 2030. Actualmente, representan 0,9 % de las emisiones globales.

Desde el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, defienden una política energética de ‘convivencia’ entre los combustibles convencionales y las energías limpias, sin desatender la exigencia de la transición. La apuesta fuerte sigue siendo la exploración off shore de hidrocarburos y el megatesoro subterráneo de Vaca Muerta, que resulta estratégico para poder reducir la dependencia externa de combustibles líquidos y gas que tiene la Argentina.

Hace pocos días, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reclamó a las naciones del mundo no construir más centrales térmicas en base a carbón y detener nuevas exploraciones de energías fósiles, de manera de acelerar una conversión hacia las energías renovables. Lo hizo luego del lapidario informe del IPCC, donde se estima que el umbral de +1,5ºC de calentamiento global se alcanzará en 2030, es decir una década antes de lo previsto, lo que concluiría produciendo desastres climáticos mayores.

“Las sirenas de alarma son ensordecedoras: las emisiones de gases de efecto invernadero creadas por las energías fósiles y la deforestación están asfixiando nuestro planeta”, graficó Guterres.

 

Publicado el 23-08-2021
Foto: Steppinstars - Pixabay.

 

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