PERSPECTIVAS PARA 2010

Bajo el signo del optimismo

El FMI y la CEPAL estiman que la economía se recuperará de manera más rápida y acentuada que lo previsto hace unos meses. Aunque el balance de la crisis no está saldado, el comercio internacional también iniciará un camino ascendente.

Bajo el signo del optimismo

 

Los malos presagios se cumplieron a medias. A tono con la peor caída del comercio mundial en décadas, las exportaciones argentinas cerraron 2009 con un retroceso cercano a 20%, según las cifras provisionales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Tras seis años de expansión ininterrumpida, fue un golpe difícil de asimilar, no sólo para los operadores del sector, sino también para las empresas que destinan una cuota importante de su producción a los mercados externos. Sin embargo, el resultado final desmintió ciertas previsiones apocalípticas, gracias a la mejora de la actividad registrada a partir del segundo semestre, que a la vez alienta expectativas para el año que se inicia.

Nadie cree que la producción y el comercio globales vayan a recobrar a corto plazo el dinamismo de los últimos años, ni que sea aún el tiempo para un inventario definitivo de la crisis. No obstante, organismos como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostican que durante 2010 se verificará un crecimiento más importante de lo que se había estimado inicialmente. Y ambos coinciden en que la recuperación será más sostenida en los llamados mercados emergentes, entre los que se cuenta la Argentina.

A lo largo del año pasado, las exportaciones locales reportaron ingresos por 55.750 millones de dólares, mientras las adquisiciones en el exterior totalizaron 38.771 millones, con una disminución de 32% sobre el año anterior. Así, se arribó a un superávit comercial de 16.980 millones, que las autoridades exhibieron como un logro, pero que admite lecturas diferentes. Para quienes defienden la estrategia desplegada a lo largo de 2009, la extensión del régimen de licencias no automáticas a un amplio conjunto de productos operó como una salvaguarda para la industria local ante la amenaza de sobrantes de stock a precios de liquidación. Para otros, esas restricciones —que han venido generando entredichos con Brasil, el mayor socio comercial de la Argentina— no siempre estuvieron justificadas. Más allá de la coyuntura, argumentan, su persistencia pone en riesgo los procesos de integración comercial y lesiona el funcionamiento de ramas de la producción que se abastecen de insumos importados.

En lo que se refiere a las ventas externas, éstas se vieron afectadas por bajas en precios y cantidades, aunque de diferente intensidad. En promedio, las primeras fueron de 14%, con un máximo de 35% para el segmento energético y un mínimo de 10% para las manufacturas de origen agropecuario. En tanto, medidos por su volumen, los diferentes rubros mostraron resultados muy diversos. Mientras los despachos de combustibles crecieron 16%, los de manufacturas agropecuarias e industriales se mantuvieron estables y los de productos primarios retrocedieron 32%.

Esa diversidad tiene algún grado de traducción en el comportamiento de los destinos. De acuerdo con un trabajo de la Fundación ExportAr, y tomando como base la variación de las colocaciones por su valor absoluto, los mejores desempeños correspondieron a Vietnam, Indonesia, Suiza, Siria e Irak; y los peores, a China, Brasil, Estados Unidos, España y Países Bajos. Si la evaluación se hace por el valor relativo, el ranking no se modifica demasiado salvo en el caso de Brasil. Por la significación de ese mercado, la caída absoluta de las ventas lo ubica claramente en esa segunda posición; en cambio, si la merma se mide en términos proporcionales, otros 19 países exhiben performances más desfavorables.

Si se compara a la Argentina con el resto de Latinoamérica, se advierte que la caída de sus ventas externas estuvo algo por debajo del promedio establecido por la CEPAL, aun si se considera el 21,2% que ésta le asigna. Las naciones más afectadas por el fenómeno fueron Venezuela, con una disminución de 42%, Ecuador y Paraguay, ambos con 30,4%, seguidos por República Dominicana, Bolivia, Brasil, Chile y México, con un punto más que la Argentina, ubicada apenas por encima de Perú y a dos puntos de Colombia. Por el contrario, cuando se considera la disminución de las importaciones, le corresponde el tercer puesto, lejos del 24,8% promedio y sólo superada por Uruguay y Chile, que experimentaron bajas de 56% y 32%, pese a que en los papeles no aplicaron restricciones de ningún tipo.

En la región, según apunta la CEPAL en El comercio internacional en América Latina y el Caribe en 2009; Crisis y recuperación, los peores momentos tuvieron lugar durante el último trimestre de 2008 y el primero de 2009. A mitad del año, y en relación con igual período de 2008, las exportaciones latinoamericanas habían retrocedido 31%, una cifra que fue suavizándose durante el segundo semestre hasta llegar a 24%. Aun así, el documento enfatiza: “No se registra una reducción similar de las exportaciones, tanto en el precio como en el volumen, desde 1937. Se trata, pues, de un récord histórico, sólo superado por la marcada desaceleración del comercio en el período inmediatamente posterior a la crisis de 1929 como consecuencia de las políticas proteccionistas aplicadas en ese entonces por los Estados Unidos y Europa.”

Hasta septiembre de 2009, las exportaciones mineras y petroleras de la región habían experimentado la caída más significativa, con 42,3%, mientras las de manufacturas industriales se ubicaban en torno del promedio y las agropecuarias exhibían la tasa más baja, de 18,4%. En cuanto a las importaciones, las de combustibles también fueron las más afectadas —con una merma de casi 50% en ese período—, en tanto que bienes de consumo e insumos intermedios se situaron en niveles de baja similares a la media; la adquisición de bienes de capital, finalmente, se redujo en poco menos de 17%.

A escala planetaria, el declive comenzó hacia el cuarto trimestre de 2008, ya que hasta unos meses antes se observaban tasas positivas. De acuerdo con las estimaciones del FMI, las exportaciones mundiales ya habían sufrido un retroceso de 10,7% sobre igual período de 2007, y la tendencia no haría sino acentuarse a lo largo de los meses, con caídas de 31,2%, 33,2% y 26,1% en los tres trimestres subsiguientes. En cada una de las regiones consideradas —incluso las más afectadas por el derrumbe, como África y la Comunidad de Estados Independientes (CEI)—, las cifras del Fondo comenzaron a exhibir una mejoría a partir de la segunda mitad del año, con la sola excepción de Latinoamérica.

El Banco Mundial (BM), por su parte, consigna que el valor en dólares del comercio mundial se contrajo 31% entre agosto de 2008 y marzo de 2009, cuando alcanzó su punto más abajo, aunque el descenso fue menos drástico en términos de cantidades operadas y rondó 22%. Para el conjunto del año, agrega, el volumen habría disminuido 17,6%.

En la Argentina, como ya se ha señalado, se verificaron comportamientos muy disímiles según los bienes y destinos de que se trate. Entre una muestra de 37 productos seleccionados por el INDEC, que generaron algo más de 63% de los ingresos por exportaciones, la mitad experimentó descensos superiores al promedio y nueve, por debajo. Junto a ellos, los automóviles mantuvieron prácticamente las ventas de 2008, por un valor algo superior a 2.800 millones de dólares, y otros nueve rubros incrementaron sus colocaciones; los cinco más importantes —biodiesel, harinas y pellets de soja, aceites crudos de petróleo, oro y carne bovina deshuesada y congelada— sumaron más de 2.500 millones de dólares adicionales a la balanza.

China castigó a los productos primarios argentinos con singular dureza. En ese renglón —donde la merma de divisas rondó 7.000 millones de dólares— sus compras cayeron nada menos que 62%. Ese hecho explica por si solo un tercio de las menores ventas registradas el año pasado, mientras la Unión Europa aporta otro 20%.

En cambio, el gigante asiático incrementó sus adquisiciones de manufacturas de origen agropecuario, que encontraron también mayor demanda en países de la Asean (Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunéi, Vietnam, Laos, Myanmar y Camboya) y en Medio Oriente. En conjunto, esos tres actores aportaron mayores ingresos por 1.125 millones de dólares, equivalentes a la mitad de la disminución que se verificó en el resto, donde fueron decisivas las menores compras por parte de la Unión Europea, responsables de casi 60% de esa baja.

Finalmente, las empresas que exportaban manufacturas industriales a los países del NAFTA fueron las más perjudicadas. Las compras del bloque exhibieron un retroceso de 44% sobre las cifras de 2008, lo que explica la mitad de los menores ingresos percibidos por la Argentina el año pasado en ese segmento. Algo más de 30% de esa caída correspondió al Mercosur y 14,8% a Chile, que en cambio incrementó su demanda de energía. Por su parte, aumentaron los despachos destinados a Medio Oriente, que generaron divisas por 455 millones de dólares, casi 40% más que el año anterior.

En estos aspectos, la región mostró coincidencias y divergencias con la Argentina. Al revés de lo que sucedió en esta última, y según el balance de la CEPAL, la caída en las ventas externas obedeció más a la baja de los volúmenes que a los menores precios. No obstante, la recuperación iniciada en el último trimestre es, en alguna medida, consecuencia de una mejora en la cotización de productos básicos como el cobre, el cinc, el petróleo, el trigo y la soja, impulsada por la persistente demanda de China.

“Esta es una clara señal de la relevancia que ha tenido el patrón exportador en este ciclo y, en particular, la intensidad del vínculo con China y Asia y el Pacífico en el período 2000-2008. Los países que más reforzaron su vínculo comercial con China y que lo hicieron a través de los productos básicos fueron los que obtuvieron mayores ganancias en los términos de intercambio. Por el contrario, los países centroamericanos sufrieron un deterioro de estos términos”, apunta la CEPAL.

A lo largo de ese lapso, en efecto, se ha venido registrado un marcado incremento del intercambio entre América latina y esas regiones. Como destino de las exportaciones, China pasó de concentrar 1,1% del monto total en 2000 a 7,6% de enero a septiembre del año pasado, mientras Asia prácticamente triplicó su participación: de 5,0% a 14,6%. A la inversa, el peso de Estados Unidos se redujo, de 61% a 42,3%. Algo parecido ocurre con las importaciones, aunque el fenómeno chino es aún más impactante. En 2000, apenas 1,8% de las compras latinoamericanas se realizaban en ese mercado; en los primeros siete meses de 2009, nada menos que 11,6%.

La concurrencia de estos fenómenos, dice la CEPAL, “ha incentivado a varios países de la región a evaluar la posibilidad de avanzar en la concreción de tratados de libre comercio con países de esa zona” y, en el otro extremo, “ha contribuido a generar inquietud en torno a las consecuencias del alto nivel de importaciones provenientes de Asia, debido a su efecto en la competitividad de las industrias nacionales de la región”.

Mientras transcurría 2009, los vaticinios sobre la evolución de la crisis fueron tornándose menos pesimistas. Aunque los Estados Unidos y Europa están lejos de haber resuelto sus problemas, la incipiente recuperación que exhiben esas economías y la persistente expansión del gigante asiático —que parece haber consolidado sus márgenes de autonomía en esta etapa— auguran un repunte del comercio internacional para 2010.

Imbuido de un singular optimismo, el FMI corrigió en enero las previsiones que había lanzado en octubre sobre el crecimiento esperado del producto bruto mundial, de 3,1% a 3,9%. Y ajustó, consecuentemente, las referidas al intercambio global. A juzgar por los técnicos del organismo, y tras una caída de 12,3% en 2009, el volumen del comercio mundial registraría este año una suba de 5,8%, casi el doble de la estimada hace unos meses. Y crecerían en guarismos parecidos las exportaciones y las exportaciones, tanto en las “economías avanzadas” como en los “mercados emergentes y en desarrollo”. Más cauteloso, el Banco Mundial también prevé mayor actividad, aunque alerta que su nivel dependerá en cada caso de cómo emerjan los diferentes países del colapso global, de su grado de dependencia de los mercados donde la demanda muestra una mayor retracción y de los valores en que finalmente se estabilicen los precios de los principales bienes.

Por su parte, en su Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2009, la CEPAL prevé que la región experimentará una recuperación todavía más rápida que la augurada meses atrás. Así, estima que el sur del continente crecería a tasas promedio de 4,7%, Centroamérica (excluido México) a 3,0% y el Caribe a 1,8%. La mayor expansión del producto se registraría en Brasil, con 5,5%, seguida por las de Perú y Uruguay, con 5% en cada caso, y las de Bolivia, Chile y Panamá, con 4,5%. La Argentina se ubicaría en ese mapa con 4% y México, con 3,5%.

En el caso de Sudamérica, dice la CEPAL, el crecimiento diferencial se explica por el tamaño relativo de los mercados internos de algunos países, la mayor diversificación de sus exportaciones y la incidencia de China en su intercambio comercial. En cambio, economías más abiertas, con ventas menos diversificadas y más dependencia de las manufacturas, tendrán una recuperación más lenta.

A pesar de esas estimaciones optimistas, el trabajo se pregunta “si las economías desarrolladas podrán continuar su dinámica a medida que se retiren los cuantiosos estímulos implementados en los Estados Unidos y Europa”. Y añade que ello, junto al desempleo y la precariedad del mercado financiero, plantea interrogantes sobre la recuperación iniciada en 2009.

“La salida de la crisis es más rápida que lo esperado, en gran medida por fortalezas que los países de la región forjaron gracias a políticas macroeconómicas más sanas. El renovado dinamismo de algunos factores que impulsaron la demanda en los años previos a la crisis, sumado al empuje proveniente de las políticas públicas permite, en un contexto de elevada capacidad ociosa, una rápida recuperación. Pero, ¿cómo transformar esta recuperación en un crecimiento sostenido más allá de 2010?”, plantea la CEPAL.

Y concluye: “En el corto plazo, frente a la necesidad de contrarrestar la crisis, los Estados de la región respondieron según sus capacidades, evidenciando importantes diferencias. Sin embargo, el objetivo de retomar el crecimiento sostenido plantea nuevos y más complejos desafíos. Por ello, la generación y ampliación del espacio de políticas, mediante el aumento de los recursos, la creación de instrumentos y el fortalecimiento institucional, en especial de las instancias de coordinación, son tareas fundamentales para nuestros países.”

27 perspectivas 2010 tabla

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