AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

El crecimiento como requisito de la inclusión

Junto a la habitual evaluación de las perspectivas económicas y el planteo de estrategias para recuperar el crecimiento, este informe anual analiza la situación de los jóvenes latinoamericanos e identifica herramientas para facilitar su incorporación al mundo del trabajo y la construcción de su propio futuro.

El crecimiento como requisito de la inclusión

 

El informe Perspectivas Económicas de América Latina 2017 analiza las actitudes, desafíos y oportunidades de la juventud latinoamericana. La población de jóvenes en América Latina y el Caribe (ALC) de edades comprendidas entre 15 y 29 años asciende a más de 163 millones —en torno a un cuarto de la población total de la región. La economía de ALC, con una evolución prometedora en épocas recientes, está ahora en fase de ralentización, lo cual pone en riesgo los avances sociales, políticos y económicos de la última década. Los jóvenes se encuentran en una encrucijada y encarnan las promesas y los desafíos de la región.

Los avances sociales y económicos de las últimas décadas han generado expectativas que no han llegado a cumplirse. Las políticas públicas se han hecho más inclusivas durante las últimas décadas, y sectores que habían estado desatendidos durante mucho tiempo empezaron a participar en la sociedad. La clase media alcanzó al 35% de la población de América Latina, creciendo 14 puntos porcentuales durante la última década. Sin embargo, la inclusión de la juventud en la región permanece inacabada. El 64% de los jóvenes latinoamericanos viven en hogares pobres y vulnerables y han sido incapaces de acceder a una clase media en expansión. El acceso a una educación de calidad y a servicios de salud, así como la implicación cívica, pueden crear las condiciones propicias para que los jóvenes participen en los mercados laborales y en actividades productivas. En la práctica, no obstante, muchos jóvenes se ven privados de estas oportunidades. La profunda desconexión entre sus expectativas y demandas y la realidad está alimentando la insatisfacción social y debilitando la confianza en las instituciones democráticas. El resultado es que solo uno de cada tres jóvenes confía en los procesos electorales en América Latina y el Caribe.

La mayoría de los jóvenes al dejar la escuela acceden a empleos informales o directamente pasan a ser inactivos. Una quinta parte de los 163 millones de jóvenes que viven en América Latina trabaja en empleos informales y otra quinta parte ni trabaja ni estudia ni se está capacitando (NEET). Esta situación es prevalente entre los grupos socioeconómicos más desfavorecidos. Los jóvenes procedentes de hogares pobres y vulnerables abandonan la escuela antes que sus pares de hogares acomodados y, cuando trabajan, suelen hacerlo en empleos informales. A la edad de 15 años, casi el 70% de los jóvenes de hogares pobres está cursando estudios, mientras que a la edad de 29, tres de cada diez son NEET, otros cuatro trabajan en el sector informal, solo dos trabajan en el sector formal y uno es estudiante trabajador o estudiante.

La reciente expansión de la cobertura educativa debe ir acompañada de vínculos más fuertes con el mercado laboral. Pese a los notables progresos en educación durante la última década, menos de un tercio de los jóvenes latinoamericanos de entre 25 y 29 años ha recibido algo de educación en colegios universitarios, universidades o institutos técnicos de nivel superior. Muchos jóvenes latinoamericanos abandonan el sistema educativo demasiado pronto: en consecuencia, un tercio – 43 millones – no ha completado la educación secundaria y no está siendo escolarizado. Además, la educación técnica y profesional rara vez ofrece a los jóvenes competencias técnicas, profesionales y de gestión pertinentes y de alto nivel. De hecho, la región ALC exhibe la mayor brecha del mundo entre la oferta disponible de competencias y las demandadas por las empresas. Esto representa un desafío para la región en su tránsito hacia una economía basada en el conocimiento, en la cual los ciudadanos necesitan innovar, adaptarse y aprovechar el avanzado capital humano.

Invertir en las competencias de los jóvenes es esencial para poner en funcionamiento fuentes endógenas de crecimiento y construir una base sólida para el progreso futuro. Mejorar las competencias de la juventud latinoamericana implica reforzar el sistema educativo y promover políticas de competencias amplias y que se desarrollen a lo largo de toda la vida. Los programas educativos y los de fomento de competencias deberían dotar a los jóvenes de formación técnica para una inclusión productiva, así como de competencias básicas y fundacionales. Estas son cruciales a lo largo de toda la vida, ya que permiten cambiar más fácilmente de empleo y adaptarse a condiciones externas cambiantes. Las evaluaciones de los programas de capacitación para los jóvenes de ALC muestran que combinar el aprendizaje de competencias blandas y técnicas en el aula y el puesto de trabajo con servicios de búsqueda de empleo mejora las perspectivas juveniles de lograr trabajos de calidad. Además, los países necesitan una manera eficaz de recopilar información sobre las competencias que poseen los individuos y las que necesitan las empresas. Esto ayudaría a identificar carencias y brechas, y permitiría a los países planificar las necesidades futuras, así como a volverlos más productivos y competitivos. La creación de oportunidades para que exista una oferta saludable de jóvenes capacitados para trabajar y crear empresas competitivas debe venir acompañada de una mayor demanda de sus competencias y actividades de emprendimiento.

Los ecosistemas de emprendimiento para emprendedores de alto crecimiento se están desarrollando rápidamente, pero ofrecen empleabilidad y movilidad social solo a unos pocos. ALC tiene pocos emprendedores de alto nivel y muchos emprendedores de subsistencia. La prevalencia de trabajadores por cuenta propia entre los jóvenes (16%) es casi el triple de la prevalencia en la OCDE (6%). Solo el 13% de los jóvenes empresarios de la región posee educación terciaria, frente a un 33% en las economías de la OCDE. En cuanto al apoyo de start-ups en América Latina, se está pasando de una fase de experimentación a una de consolidación de sus respaldos institucionales. La participación del sector privado ha aumentado no solo desde la perspectiva del financiamiento y la inversión, sino también a través de nuevos actores que apoyan el surgimiento de actividades empresariales innovadoras. Sin embargo, los empresarios jóvenes afrontan incluso más desafíos que los adultos a la hora de acceder a instrumentos de financiación, mejorar el fomento de competencias, desarrollar redes empresariales y una cultura de empresa, acceder a los nuevos mercados y superar las barreras regulatorias.

Impulsar el emprendimiento puede mejorar y facilitar la transición de los jóvenes de la escuela al trabajo y a la vida adulta. Un enfoque de emprendimiento amplio y que incluya distintos instrumentos acrecentará la productividad y la equidad. Se requiere un apoyo multidimensional y más completo, más allá del microcrédito, y que incluya instrumentos de financiamiento más adaptados a las necesidades de los jóvenes empresarios, con requisitos más flexibles en materia de historial crediticio, garantías y riesgos. Las instituciones financieras públicas pueden desempeñar un papel importante a la hora de crear instrumentos financieros más flexibles para los jóvenes, tanto a través de créditos como de instrumentos nuevos. Los inversionistas ángeles y el capital de riesgo todavía están en estado embrionario y las políticas públicas pueden brindar a los inversionistas más incentivos para participar en las etapas posteriores del desarrollo de las empresas.

Reforzar las competencias de los jóvenes latinoamericanos y mejorar sus oportunidades de emprendimiento es algo que debería hacerse mirando hacia el futuro. Los cambios tecnológicos y demográficos, junto con la globalización, constituyen transformaciones económicas, políticas y sociales clave que afectan al mundo del trabajo, a las ciudades donde vivirán los jóvenes y a la manera como los jóvenes latinoamericanos participan en la vida política. Van a surgir nuevos empleos, lo cual supondrá un cambio en las competencias demandadas. La automatización reemplazará tareas de complejidad media, mientras que las tareas más complejas requerirán competencias genuinamente humanas; por tanto, las políticas de formación y competencias deberían anticipar las nuevas demandas y adaptarse a ellas. Los jóvenes poseen el potencial y las posibilidades tecnológicas para ser los motores clave de ciudades más inteligentes y sostenibles en la región. También están utilizando nuevos instrumentos tecnológicos para hacer oír y organizar sus demandas sociales, así como para dar forma a los desarrollos políticos emergentes.

Empoderar a los jóvenes es una inversión inteligente para un crecimiento inclusivo en estos tiempos de desafíos económicos y políticos. Las competencias y el emprendimiento pueden empoderar a los jóvenes para desarrollar actividades económicas intensivas en conocimiento que aseguren el éxito de su transición de la escuela al trabajo. Ello permitirá crear el futuro al que ellos aspiran y fomentar la productividad de la región. La oportunidad demográfica que representan los jóvenes y las 18 elecciones presenciales que se sucederán en ALC durante los próximos dos años plantean un escenario único para impulsar cambios y hacer de la inclusión de los jóvenes, las competencias y el emprendimiento tres puntos prioritarios de las agendas políticas.

[Resumen ejecutivo]

 

Título: Perspectivas económicas de América Latina 2017. Juventud, competencias y emprendimiento.
Editor: OCDE-CAF-CEPAL.
Mes / año: Octubre 2016.
Páginas: 338

 

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