ARGENTINA Y CHILE

Fronteras que también unen

Un panel de expertos convocados por ProChile y la Fundación Standard Bank evaluó qué perspectivas ofrece la asociación de ambos países. Ante un escenario internacional cambiante, se remarcó la importancia de la integración política.

Fronteras que también unen

 

Por Roberto A. Pagura

La posibilidad de que Chile y la Argentina coordinen esfuerzos, encaren acciones en común y potencien sus capacidades productivas para permitir una inserción más provechosa de ambas naciones en los mercados mundiales se convirtió en el hilo conductor de las exposiciones de un panel de expertos durante un seminario organizado por ProChile y la Fundación Standard Bank. Dante Sica, director de la consultora Abedeb.com; Félix de Vicente, director de Promoción de Exportaciones del país vecino; Félix Peña, director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación, y José Luis Machinea, ex ministro de Economía argentino, ex secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y actual decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, fueron presentados por el embajador Adolfo Zaldívar Larraín, que sobre el final ofreció una interesante interpretación de las enseñanzas que deja la historia del cobre chileno.

Con apoyo de abundantes cifras y gráficos, como es habitual en él, Sica ofreció una mirada sobre los cambios estructurales producidos en el comercio mundial y los divergentes caminos que han seguido Chile y la Argentina, especialmente en cuanto a los niveles de apertura y la relación con China y el sudeste asiático. Y apuntó también que, pese a esas diferencias, ambos países mantienen una oferta exportadora muy anclada en las commodities, un dato no necesariamente negativo, habida cuenta del persistente incremento de los precios de las materias primas agrícolas y minerales.

Tras referir que la crisis acentuó lo que aparece como un fenómeno de largo plazo, la mayor contribución de las economías emergentes, y en particular de China e India, al crecimiento del producto bruto mundial, Sica destacó que las clases medias de esos mismos mercados se perfilarán como el bocado más apetecido de los exportadores. Según las previsiones de la OCDE, 66% de los integrantes de ese segmento habitará en algún país de Asia para 2030 y su consumo experimentará un aumento de 558%, contra tasas de 39% en Europa y de 4% en América del Norte.

Durante el quinquenio anterior a la crisis, las exportaciones chilenas con destino a los mercados asiáticos prácticamente se quintuplicaron, mientras las argentinas crecieron 224%. Durante 2009, China concentró 23% de las ventas externas de Chile y abasteció algo más de 13% de su demanda, contra cifras de 6,6% y 12,4% en el caso de la Argentina. En ese mismo año, el saldo de la balanza comercial con las naciones del sudeste asiático sumaba 8.800 millones de dólares en Chile y apenas 561 millones en el caso argentino, como resultado del fuerte déficit con China.

Luego de señalar que las exportaciones dirigidas al gigante asiático exhiben una fuerte concentración a uno y otro lado de la cordillera —el cobre y el complejo oleaginoso explicaron, respectivamente, 79% y 77% del total en 2009— y que el intercambio entre ambos países está prácticamente estancado, Sica planteó la necesidad de reforzar la integración política para identificar objetivos comunes y plantear estrategias de acción conjuntas que permitan incrementar el poder de negociación y la visibilidad de la región en el escenario mundial.

Félix Peña, por su parte, planteó que el objetivo de consolidar un futuro común para los países del cono sur de Sudamérica demanda trabajos en tres frentes. Se trata, en primer lugar, de construir un barrio amigable, de buenos vecinos, algo que sólo puede ser alimentado mediante la confianza recíproca. En tal sentido, destacó que la reciente Cumbre del Mercosur realizada en San Juan ha emitido señales muy positivas, como reiterar la importancia de la cooperación entre Brasil y la Argentina en materia nuclear. Esa construcción, añadió, demanda también el establecimiento de preferencias económicas y comerciales de cara al mercado mundial, y también una mejora de la conectividad, física, pero también productiva y cultural.

Un segundo frente, continuó Peña, apunta a fortalecer “la multiplicidad de opciones que tenemos hacia adelante”. Esto significa admitir que todos los países tienen opciones y, al mismo tiempo, necesitan “manejar un cierto grado de libertad para potenciarlas”. Y establecer, para que ello no lesione la confianza recíproca, reglas de juego y disciplinas colectivas. El trabajo de organismos como ProChile y la Fundación ExportAr va a ser cada vez más importante, porque será necesario contar con “antenas orientadas a detectar potenciales desplazamientos de ventajas competitivas para moverse en un mundo tremendamente dinámico”.

Finalmente, aludió a la importancia de construir redes de todo tipo: empresarias, productivas y sociales. “Una empresa que no tenga suficiente tamaño —y son pocas las que lo tienen—, y además no se inserte en una red, puede tener muchos problemas en el futuro, no como consecuencia de tal o cual factor negativo, sino de no haber actuado en función de lo que hoy en día es exigencia de la competencia económica global”, alertó. Por último, enfatizó la importancia de arribar a un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que no sólo proveerá oportunidades para los empresarios de la región, sino que facilitará una más estrecha conexión con Chile.

A su turno, De Vicente explicó la naturaleza y el alcance de ProChile, que fue creado en 1974 para fomentar las exportaciones de bienes y ha venido reorientándose hacia la promoción de los servicios, el estímulo de la inversión y el acompañamiento de la actividad turística. Pasó también revista a los 21 acuerdos comerciales que Chile mantiene con 57 países, que involucran un acceso preferencial —sin aranceles o con tasas decrecientes en el tiempo— a mercados que concentran más de 4.000 millones de personas y representan más de 85% del producto bruto mundial.

El funcionario destacó que esos acuerdos constituyen un “gran activo” de su país, de algún modo equivalente a la importancia de la industria manufacturera en el caso de la Argentina. Y que el desafío consiste en potenciar esas ventajas competitivas mediante estrategias comunes. Al respecto, evaluó que una de las posibilidades de articulación está en lo que Chile define como “encadenamientos productivos”, en los que pymes locales podrían convertirse en proveedoras de partes para bienes que se ensamblarían en Chile y llegarían, por ejemplo, a México, Estados Unidos o Canadá. “Ésa sería una integración muy potente, porque es difícil que los acuerdos de libre comercio que tiene Chile se puedan replicar en la Argentina”, afirmó.

De Vicente refirió que, mientras las exportaciones argentinas hacia el mercado trasandino habían crecido 150% de 1990 a 2009, no había ocurrido lo mismo a la inversa; sin embargo, destacó que la Argentina concentraba 84% de las inversiones chilenas en el exterior. También apuntó que las ventas externas globales de Chile habían caído 25% el año pasado, pero habían subido 17% en el caso de China.

La exposición de Machinea estuvo más orientada a analizar los cambios en el sistema productivo global y en el comercio internacional y a evaluar en qué medida aquéllos puedan condicionar o afectar la inserción de los países de la región. Al igual que Sica, explicó que Chile había optado por una estrategia de crecimiento apoyada en la apertura y el mercado externo, mientras la Argentina había alternado períodos de apertura con otros de cierre de su economía. Como resultado, y en 2008, la tasa de apertura (medida por la participación de importaciones más exportaciones en el producto) era de 74% en Chile y de 42% en la Argentina. Sin embargo, explicó que los tratados de libre comercio tienen ventajas y desventajas, aunque no es menos cierto que, cuando muchos países adhieren a ellos, los que no los tienen empiezan a tener problemas y ven dificultado su acceso a los mercados.

Aunque uno y otro país habían iniciado una cierta diversificación de su oferta exportadora, el último boom de las commodities hizo que se reeditara la concentración en pocos productos, particularmente materias primas. Machinea evaluó que la demanda asociada al crecimiento de Asia, la región más dinámica del mundo, y la ampliación de su mercado laboral doméstico harán que los precios se mantengan altos por un período relativamente prolongado. Y que las exportaciones seguirán siendo un elemento dinámico del desarrollo —como lo fueron en su momento en Japón y los tigres asiáticos y lo son ahora en China—, aunque a un ritmo menor.

Señaló también que se incrementará muy fuertemente el intercambio de servicios, excluidos el transporte y el turismo, que en los últimos años constituyó el renglón más dinámico del comercio internacional. No obstante, alertó que el desplazamiento de la demanda hacia los mercados emergentes podría generar un nuevo proteccionismo, porque esta vez se ven afectados los profesionales de los países desarrollados, con más poder de lobby que los obreros industriales.

Por último, Machinea dejó abiertos varios interrogantes sobre el impacto que tendrá la crisis europea y llamó a mirar con realismo el mercado chino. Aunque América latina destina sólo 14% de sus exportaciones a Europa, ésta sigue concentrando 25% del producto mundial (a precios de mercado), con lo cual su retracción afecta al conjunto de la economía global. En cuanto al gigante asiático, alertó: “China es una gran oportunidad, pero tenemos el pequeño problema de que entrar allí con productos con algo más de valor agregado es tan difícil como acceder a ciertos países desarrollados”.

 

LA MALDICIÓN DE PIZARRO. Zaldívar Larraín, establecido en Buenos Aires desde junio último, confesó su recelo en torno de algunos tratados comerciales firmados por su país. Y previno, para el caso de las exportaciones de cobre a China, sobre el peligro de reeditar la naturaleza del vínculo establecido con los ingleses en el siglo XIX, que provocó la virtual desaparición de las fundiciones en suelo chileno. Hoy, su país exporta a China 1,8 millón de toneladas, que se funden y refinan allí. “Deberíamos revisarlo: no se trata de hacer una industria del cobre; estoy hablando de cátodos y de cobre electrolítico”, dijo el embajador. Y relató: “Entre 1830 y 1880, con nuestras exportaciones de cobre se iba el oro y plata, porque no teníamos capacidad para fundir y refinar con tecnología. En cada quintal, la medida española de 46 kilos, se iban 4 onzas de oro, y dos kilos de plata, porque ésa era la ley del mineral. De acuerdo con el Foreign Office, fueron 1.230.000 toneladas, pero la realidad es que fue mucho más, porque como nosotros pagábamos impuestos en las exportaciones no declarábamos en los manifiestos lo que exportábamos y los ingleses, como al comienzo pagan impuestos en las importaciones, tampoco. ¿Cuánto es eso? Es más de lo que Pizarro le sacó a Atahualpa. Y eso ocurrió con una sonrisa en los labios.


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