AMÉRICA LATINA

Aunque el agua no es un bien escaso en la región, está muy desigualmente distribuida. Y el cambio climático agrava las asimetrías, apunta un experto.

Aunque América Latina cuenta con un tercio de los recursos hídricos del planeta, el agua se encuentra asimétricamente distribuida entre los países de la región y en el interior de estos, “con una elevada disponibilidad en zonas despobladas pero grandes déficits hídricos en las zonas de más población y donde existe un mayor desarrollo económico”, dice Víctor Arroyo, director de Innovación Operativa y Gestión del Conocimiento en CAF, en una columna publicada en el sitio del organismo, donde subraya la importancia de adoptar un enfoque preventivo frente al cambio climático, que agrava esas asimetrías con los efectos de una extrema variabilidad.

La experiencia, señala Arroyo, muestra que entre las medidas más efectivas para mitigar esos efectos se encuentra “la infraestructura verde para la conservación de los recursos naturales”, que contribuye “a restaurar y consolidar ecosistemas que permitan garantizar la humedad en el aire, la recarga de acuíferos y disponibilidad de agua de forma adecuada”.

El autor afirma que los esfuerzos en tal sentido siguen siendo insuficientes en América Latina, donde predominan las acciones eminentemente reactivas, ante eventos extremos. Aunque hay casos de buenas prácticas —como el fondo creado por la empresa de agua de Quito en 2008—, los operadores invierten solo hasta 3% de su presupuesto anual en la conservación de las fuentes. Entretanto, existe “escasa integración con la gestión de las cuencas hidrográficas y la planificación urbana”.

Por su ubicación geográfica, las condiciones socioeconómicas y democráticas, la región es una de las más vulnerables a los efectos del cambio climático, destaca Arroyo y ofrece cifras contundentes: de 1980 a 2013, padeció más de mil desastres relacionados con el clima, que afectaron a 127 millones de personas, provocaron 81.825 muertos y generaron pérdidas económicas superiores a 129.000 millones de dólares.

Desde esta perspectiva, plantea la necesidad de “reforzar la planificación con sistemas de información modernos, y considerar las tendencias en las variables climáticas en función de las proyecciones que presenta la evidencia científica, promoviendo también el concepto de resiliencia en la planificación y construcción de nueva infraestructura”.

Esa tarea requiere “un trabajo conjunto de la sociedad civil con los gobiernos locales y regionales, con el apoyo de organismos de cooperación, para pasar de un enfoque reactivo a uno preventivo, ya que la evidencia señala que prevenir o reducir los desastres es más eficiente en términos de costos y resultados que la acción de respuesta”, concluye el especialista.

Publicado el 05-04-2018
Foto: Markus Distelrath - Pixabay.