LAS RELACIONES ARGENTINA-CHINA

Más cerca, pero todavía lejos

La visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner permitió reafirmar la “alianza estratégica” entre ambos países y se tradujo en la firma de acuerdos, entre los que se destaca el que permitirá una fuerte inversión en infraestructura y material rodante para el transporte ferroviario. También se estableció el compromiso de diversificar el comercio bilateral, donde la oferta exportadora argentina exhibe una muy fuerte dependencia de la soja. No obstante, avanzar sobre aquel gigantesco mercado demanda algo más que buena voluntad política.

Más cerca, pero todavía lejos

 

Por Roberto A. Pagura

Desde cualquier donde se las mire, las cifras son apabullantes. Un hipotético tren con rumbo al futuro llevaría, por cada argentino, 32 pasajeros provenientes de China, donde habitan ya dos de cada cinco ciudadanos del mundo. La economía del gigantesco país asiático se multiplicó por tres de 2003 a 2009, luego de un crecimiento anual promedio superior a 20%. Y hoy, contribuye al producto bruto mundial en una proporción de 9% a 13%, según la metodología de medición que se utilice. Si bien sus ventas externas cayeron 17% el año pasado, su participación en las exportaciones globales de bienes aumentó a 9,3%, o a 11,9%, si se suma Hong Kong. Del mismo modo, y tras una retracción de sus compras inferior a la media, se incrementó también su cuota en las importaciones, a 8% o 10,8%, según el caso.

Con todo, la seducción que ejerce ese mercado sobre el resto del planeta no se explica tanto por la foto como por la película. En la larga carrera por la primacía mundial, China parece haber dejado definitivamente atrás a Alemania y Japón, y sólo le quedan por delante los Estados Unidos. Todas las previsiones indican que —aunque probablemente a menor ritmo— su economía seguirá creciendo y que esto se verá acompañado por una serie de cambios estructurales; entre ellos, uno no menor para el comercio mundial: la expansión y consolidación de una clase media urbana portadora de nuevos hábitos y consumos más sofisticados.

Con ese escenario de fondo, “los líderes chinos expresaron sus deseos de reforzar la asociación estratégica” con la Argentina, decía el 14 de julio la agencia oficial Xinhua, mientras la presidenta Cristina Fernández de Kirchner completaba su visita de Estado. Y refería que, durante un encuentro entre ambos, el presidente del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y “máximo asesor político”, Jia Qinglin, se había manifestado a favor de trabajar “para profundizar la cooperación práctica, así como promover los vínculos bilaterales a un nivel superior”.

A lo largo de cinco días, Fernández de Kirchner se reunió también con el presidente Hu Jintao, visitó Expo-Shanghái y habló en Pekín ante empresarios y funcionarios chinos de primer nivel sobre oportunidades de negocios, comercio e inversión entre ambos países. A su vez, el canciller Héctor Timerman y los ministros de Industria, Débora Giorgi, y Planificación Federal, Julio De Vido, supervisaron con sus pares la firma de diversos convenios.

Los resultados de la visita fueron resumidos en una declaración conjunta firmada por Timerman y su par, Yang Jiechi. Entre otras cosas, el texto afirma que ambos jefes de Estado destacaron la relevancia de profundizar la asociación estratégica y coincidieron en la necesidad de “impulsar el crecimiento y la diversificación del comercio bilateral en forma armónica y equilibrada y en función de sus respectivas estructuras productivas y demandas del mercado, atendiendo especialmente a la ampliación del intercambio comercial de productos de mayor valor agregado y complejidad tecnológica”.

Se apunta también que hubo acuerdo en estimular las inversiones mutuas, las relaciones entre empresarios de ambos países y la cooperación entre éstos y las respectivas áreas gubernamentales en materia de infraestructura, energía y minería. Y que en los proyectos que atañen al desarrollo se procurará promover “la capacidad productiva del país receptor, mediante inversiones e instalaciones industriales que impliquen una creciente participación de valor agregado nacional”. Esa fórmula, por cierto compleja, podría tener aplicación en los acuerdos relativos al transporte ferroviario.

A la vez, los presidentes expresaron su satisfacción por la firma de un memorándum de entendimiento para “expandir y diversificar” la relación en materia de comercio e inversiones. Junto a algunos enunciados retomados por la declaración, este último documento —suscripto por el ministro chino de Comercio, Chen DeMing, y el canciller argentino— establece algunas precisiones respecto de cómo se llevará adelante ese objetivo.

Se establece, por ejemplo, que se realizarán acciones de “promoción de la tecnología argentina de siembra directa en China, incluidos el tratamiento de suelos, métodos de cultivo, selección de semilla, y promoción del comercio de maquinaria, implementos e insumos agrícolas apropiados para el desarrollo de la producción agrícola y ganadera”; que se profundizará “la cooperación en materia minera, energética, de transporte e infraestructura, con vistas a la elevación de la capacidad productiva, mediante la realización de inversiones en exploración, desarrollo, explotación y procesamiento”; y que se fomentará “una mayor cooperación en materia financiera mediante líneas de crédito a mediano y largo plazo”.

Finalmente, el memorándum dice que se dará “mayor impulso a las negociaciones en materia sanitaria y fitosanitaria” relativas a la inspección de productos agrícolas y de alimentos, así como a la evaluación de establecimientos, y que “ello favorecerá la diversificación e incremento del intercambio comercial de productos agropecuarios y alimentarios tales como carnes, frutas y embriones bovinos, entre otros”.

En diálogo con terminalC, el director de Negociaciones Económicas Internacionales, Néstor Stancanelli, consideró que la visita “ha sido muy positiva” y subrayó que representa “la continuidad de la relación al más alto nivel político” entre ambos presidentes. Tras señalar la importancia de los convenios firmados entre las partes, destacó que los referidos al transporte ferroviario contemplan “una financiación muy favorable, con tasas de un dígito y plazos de 15 a 19 años, la provisión de material ferroviario y la generación de valor agregado en el país, es decir, la participación de trabajo argentino en ese desarrollo”.

Explicó luego que, junto a las coincidencias ya expresadas en la declaración y el memorándum, y tal como sucede en todas las misiones, las conversaciones habían contemplado también inquietudes de ambas partes. Refirió que en el caso argentino se obtuvo la apertura del mercado de frutas y que a corto plazo podría suceder lo mismo con las carnes. En cambio, admitió que no pudo resolverse la controversia relativa a las exportaciones de aceite de soja, aunque manifestó su confianza en que se arribará a un acuerdo. China, por su parte, manifestó preocupación por “algunas investigaciones que realiza el Ministerio de Industria con relación a medidas antidumping”. Al respecto, y tras las correspondientes aclaraciones, se estableció el compromiso de continuar las conversaciones.

Entre los anuncios realizados durante la visita, el ya referido acuerdo en materia de desarrollo de infraestructura y provisión de material rodante para el transporte ferroviario es uno de los más significativos. Junto a inversiones destinadas a la ampliación de redes de subterráneos y la modernización de ramales de pasajeros en el área metropolitana, el proyecto involucra al Belgrano Cargas.

Al respecto, terminalC consultó a Gastón Cossettini, asesor del ente Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), quien explicó que aún se están redondeando los términos de una relación contractual previsiblemente compleja, donde es preciso establecer el precio unitario de una serie de elementos, qué participación tendrá la fabricación nacional y cómo incidirán los impuestos, entre otros aspectos. Cossettini confirmó que se prevé la incorporación de unas 50 locomotoras y el tendido de 1.700 kilómetros de vías férreas, aunque no se ha determinado aún si éstas incluyen los 400 kilómetros que ya estaba desplegando la ADIF. El proyecto está presupuestado en unos 2.480 millones de dólares, de los que China financiaría 85%. Y se aplicará a los dos corredores considerados de prioridad absoluta por la Secretaría de Transporte, los que terminan en Barranqueras y en Rosario.

La persistente referencia en los documentos a la necesidad de diversificar el comercio no es ociosa. Un trabajo elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) sobre los principales productos exportados por la Argentina a diversos mercados demuestra que, en el caso de China, los porotos de soja concentraron 40,9%, 51,5% y 56,5% de las ventas en 2006, 2007 y 2008. En el primero de esos años, los aceites crudos de petróleo ocuparon el segundo lugar, con 25,7%; pero después fueron desplazados por el aceite de soja en bruto, que alcanzó cuotas de 29,4% y 22,8%. En 2008, por ejemplo, los despachos a ese destino representaron 30,9% de las ventas totales de aceite de soja y 79,2% de las de porotos de soja.

Aunque los montos son mucho menos significativos, China es también un mercado importante para algunos otros productos. Se trata, en general, de diversas variedades de cueros bovinos, pero también hay congelados de mariscos o despojos de aves, maderas aserradas o válvulas reductoras de presión.

La evidente asimetría cualitativa se expresa también, previsiblemente, en términos cuantitativos. Aunque al año siguiente había perdido terreno, China concentraba 9,1% de las exportaciones en 2008 y era responsable de 12,4% de las importaciones nacionales. A la inversa, la Argentina ocupa un lugar muy menor en el comercio exterior del país asiático: abastecía 0,6% de la demanda china, y era el destino de 0,5% de las ventas.

Nadie parece creer que esas cifras constituyan necesariamente un techo. Al mismo tiempo, es fácil advertir que, como consecuencia del tamaño de ese mercado, todo incremento de participación puede traducirse en montos significativos para la exportación y el desarrollo productivo nacionales. En efecto, durante 2008, China realizó importaciones por valor de 1.132.130 millones de dólares; 5% de ese monto equivale a 56.600 millones, algo así como la totalidad de las ventas externas de la Argentina durante el año pasado o 18% de su PBI.

Ernesto Fernández Taboada, director ejecutivo de la Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China, considera que “toda visita presidencial es positiva”, aunque señala que hay un déficit: “tendríamos que ir mucho más seguido, como hacen otros países”. También sostuvo que es importante la presencia de empresarios, en particular del segmento pyme, porque para los cánones chinos su participación en una misión oficial confirma que se trata de “personas confiables”.

Subraya también que uno de los resultados más provechosos de la visita es la firma de una serie de convenios para la concreción de inversiones chinas en el área de la minería. Éstas se concentrarían en las provincias de Mendoza, San Juan, Salta y Jujuy y en la explotación de yacimientos de cobre, oro, plata, tungsteno, boratos y litio. Fernández Taboada destaca la creciente importancia estratégica de este último mineral —utilizado para las baterías de autos eléctricos y diversas aplicaciones militares y espaciales— y que la Argentina cuenta con abundantes salares a nivel de la superficie.

Respecto de las empresas que integraron la delegación, dice que es difícil concretar acuerdos en una primera visita, aunque sí pueden hacerse contactos, que luego deben ser cultivados consecuentemente. Esto implica conocer la manera china de hacer negocios.

“China es un país que tiene una cultura de más de 4.000 años. Y hasta principios del siglo XX, se había mantenido al margen de toda contaminación occidental, con gran homogeneidad racial, de creencias y pensamiento, en parte debido a un idioma tan diferente de los occidentales. Entonces, todas las tradiciones, la cultura y las creencias milenarias se han transmitido de generación en generación. En muchos aspectos, un chino piensa hoy lo mismo que se pensaba hace 500, 800 o 1200 años”, explica Fernández Taboada.

Apunta también que el influyente pensamiento de Confucio estableció pautas de comportamiento y una serie de ritos, ceremonias y protocolos que rigen buena parte de las actividades humanas y de los negocios. “Los chinos tienen una ponderación del tiempo diferente de la que tenemos los argentinos, los brasileños y en general los occidentales. Es decir, nosotros siempre estamos muy apurados por cerrar un negocio, pero ellos se toman todo el tiempo del mundo. Lo estudian, lo analizan, lo deciden en comités. Y cuando están muy convencidos, y además confían en nosotros, recién entonces se hace el negocio”, dice.

Como no podía ser de otra manera, Fernández Taboada conoce las quejas argentinas acerca de que China no compra productos manufacturados argentinos. Recuerda que un día, en una reunión de negocios y ante la reiteración de ese reclamo, un chino contestó: “Estamos de acuerdo, pero dónde está la oferta”. A su juicio, el problema consiste básicamente en eso.

Algunas grandes alimentarias o proveedoras de equipos para la industria petrolera ya están en el mercado chino; pero muchas otras empresas manufactureras argentinas no logran hacer pie. “Lógicamente —dice—, no podemos esperar que vengan a comprarnos. Somos nosotros los que tenemos que ir a vender, porque hay 140 países que quieren hacerlo. Si no hay una oferta organizada de parte de la Argentina, mal podemos pretender que los chinos compren más productos manufacturados.”

A su juicio, una de los caminos posibles es establecer una sucursal en aquél territorio y comercializar productos a partir de esa base. Otro, particularmente cuando se trata de pymes, es la asociación entre empresas que hagan lo mismo, de tal forma que puedan encarar de manera conjunta el ingreso al mercado chino, por un problema de volumen y economía de escala. “Aunque pueda empezarse por una provincia chica, podemos estar hablando de 50 millones de habitantes”, grafica.

“Con el aumento del nivel de vida de las poblaciones urbanas, realmente es posible vender más productos, porque los chinos quieren consumir más y en forma diversificada. Quieren comer carne, productos más elaborados, vestirse de otra manera, divertirse mejor, adornar sus casas con elementos más interesantes”, dice Fernández Taboada. De todas formas, es preciso conocer el mercado. “Muchas empresas europeas de cosméticos, por ejemplo, tuvieron que reformular sus cremas porque la mujer china no valora el bronceado; para ella, la belleza es sinónimo de palidez.”

También la industria metalmecánica tiene mercado. Fernández Taboada relata el caso de una fábrica de maquinaria agrícola argentina establecida la zona de Reconquista-Avellaneda, en la provincia de Santa Fe: “Producen una cosechadora de algodón de diseño propio, que no destroza el capullo de algodón y lo trata con mucha delicadeza. En China, están muy interesados y ya han recibido varias visitas de empresarios dispuestos a adquirir esa máquina.”

 

BENEFICIO MUTUO. “Lo mejor que podemos hacer para fracasar en una operación con China es presionar a nuestra contraparte”, dice Fernández Taboada. Y explica: “Los chinos tienen una forma de ir acercándose e intimando con su contraparte, de a poco. Y eso se va logrando con diferentes visitas, reuniones, yendo a comer, viéndose de vuelta dentro de dos meses, dentro de tres meses. Ellos necesitan tener confianza en la persona que les va a proponer el negocio. Hay una palabra en idioma chino, guanxi, que podría traducirse aproximadamente como relaciones interpersonales de mutuo beneficio. O sea, hay que lograr un buen guanxi, una buena relación interpersonal con la contraparte para lograr hacer un negocio donde las dos partes ganen. No se puede hacer negocios por mail, por carta o yendo una sola vez. Hay que armar una estrategia, invertir tiempo y dinero, y conocer los ritos y el protocolo. Nunca vamos a tener una reunión con un solo chino. Generalmente, son dos, tres, cuatro, pero uno tiene la voz cantante; los demás escuchan y hablan sólo si el líder se los pide. Cuando se organizan misiones argentinas, van dos o tres personas de la misma compañía, hablan todos a la vez y ellos no saben a quién hacerle caso.”

 

30 china

El asador-parrilla Argentina está ubicado en el centro de Guangzhou, capital de la provincia de Guangdong, donde habitan tantas personas como en Buenos Aires. Con la misma buena voluntad que exhiben algunos de sus compatriotas en los autoservicios porteños, el personal recibe a los visitantes argentinos con un amable “Hola, ¿cómo estás?”, de inconfundible pronunciación china. Junto a las banderas que adornan el local, la búsqueda de empatía se hace presente en la carta, que trae imágenes de íconos como Maradona, Evita Verón y el consabido mate. La oferta gastronómica incluye, desde luego, carnes y vinos, pero también pizzas de molón o monzarela, milanesas y otros platos.


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