EXPORTACIÓN DE FRUTAS FINAS

Aunque las operaciones se agilizaron en el aeropuerto de Tucumán, los productores apuestan a la vía marítima para diferir la oferta y abaratar costos.

Por Ana Belén Ehuletche / terminalC

Hace poco más de una década, la Argentina comenzó a incursionar en la producción de arándano, un cultivo no tradicional, para satisfacer la demanda de los consumidores en contra estación del hemisferio norte. Esta iniciativa impulsó una remodelación en el aeropuerto de Tucumán con el objetivo de evitar que la fruta del norte tuviera que bajar 1200 kilómetros para ser exportada; en tanto, la producción proveniente del noreste se traslada en camiones térmicos hasta Ezeiza para ser despachada.

“Históricamente se transportaba sólo 10% de fruta por barcos, pero este año decidimos que teníamos que dar un salto y triplicar la participación de envíos marítimos porque si volamos todos saturamos el mercado. Además, con los barcos diferimos la oferta y disminuye mucho el costo logístico”, comenta Federico Bayá, presidente del Comité Argentino de Arándanos (ABC, por su nombre en inglés).

“Este año —agrega— los envíos de fruta al exterior comenzaron antes y cerca de 35% ya fue enviado por vía marítima. Recién hace dos semanas comenzaron las cargas aéreas, pero se mantienen ambas modalidades de transporte”.

El avión utilizado para realizar el primer vuelo con destino a Miami fue un Boeing 767 y la operación de carga demandó poco más de una hora. “Impecable todo el sistema de carga y movimiento de pallets aéreos. La maquinaria de Intercargo hizo todo más ágil”, asegura Francisco Estrada, presidente de la Asociación de Productores de Arándanos de Tucumán (APRATUC).

Los productores que presenciaron la operación para verificar el funcionamiento de las nuevas instalaciones señalaron que “todo funcionó de acuerdo con las expectativas; el nuevo piso rodante, las balanzas de pallets aéreos y las camas de transferencias facilitaron mucho el trabajo”.

A finales de 2016, las autoridades del Ministerio de Transporte de la Nación inauguraron la ampliación de la plataforma comercial de la pista del aeropuerto Internacional Benjamín Matienzo de Tucumán, que sumó 600 metros a los 2.900 existentes. “Trabajar en articulación con el Gobierno nos permitió obtener mejoras claves en infraestructura que agilizan y optimizan las operaciones comerciales de arándanos”, explicó Bayá.

Demanda de Oriente

La incorporación de Perú al negocio del arándano inquietó en un primer momento a los productores locales: gracias a una ley de promoción agraria y a las obras de infraestructura que hizo el Estado, ese país exportó 26.000 toneladas en 2016 y se calcula que el volumen ascenderá a 40.000 toneladas este año.

Bayá plantea que existe un escenario “desfavorable” frente a países de la región, y se refiere a la diferencia salarial: “El jornal con cargas sociales es de 13 dólares en Perú, 25 dólares en Chile y cerca de 40 dólares en Argentina”, precisa. A esto se le agrega la desventaja en los tiempos de transporte por barco. “Mientras de Argentina a Estados Unidos un embarque tarda 30 días, desde Chile —vía Pacífico— llega en 17: tienen mucho más agilizadas las operaciones”, resalta.

Pero la buena noticia llegó desde Oriente, ya que Perú entabló acuerdo con China, quien está recibiendo el mayor porcentaje de su fruta. “Es un mercado que a nosotros todavía no se nos abrió y actualmente sirve para desagotar el crecimiento de Perú”, comenta Bayá y explica que así “quedan libres” los mercados a los que tradicionalmente exporta Argentina, como Norteamérica y Europa.

“China es súper tentador porque representa 1.200 millones de consumidores, pero hoy lo importante es que hay mercado para todos y estamos peleando por esa apertura”, apunta.

Por último, el titular de ABC, expresa: “La fruta viene arribando con muy buena calidad y vemos que el mercado está mucho más preparado para recibir los volúmenes que podemos enviar desde Argentina; por eso tenemos muy buenas expectativas”.

Un producto sensible

El arándano tiene una capa exterior de pruina, que le da su serosidad característica. Por eso, se cosecha con delicadeza para no afectar su textura. “Luego va a un prefrío donde se baja la temperatura, para desacelerar su proceso de maduración, hasta alrededor de 16 grados”, explica Alejandro Pannunzio, presidente de la Asociación de Productores Arándanos de la Mesopotamia Argentina (APAMA).

La superficie destinada a este cultivo llegó a un máximo de 4.200 hectáreas en 2007, pero tras una crisis profunda en 2008 alcanza hoy, en un contexto difícil para los productores, a 2.750 hectáreas. “Las 1.500 hectáreas que ya no están representan aproximadamente 75 millones de dólares de inversión que se han perdido. Y los que quedaron debieron realizar fuertes inversiones para reconvertirse”, dice Pannunzio, que además es vicepresidente del Comité Argentino de Arándanos.

La producción, que se reparte principalmente entre el noroeste (48%), el noreste (38%) y el centro del país (15%), alcanzó 22.000 toneladas en 2016, de las que 91% fue exportada, 77% como producto fresco y 14% congelado, mientras sólo 9% tuvo como destino al mercado interno.

La cosecha se realiza fruto por fruto. Luego, se procede a una selección por tamaño, firmeza y color, y se empaca en envases termoformados. Para los envíos por avión, una vez empaquetado, se realiza un tratamiento contra la mosca de los frutos. Y, finalmente, la fruta se enfría rápidamente hasta los cero grados para reducir al máximo su respiración, y garantizar su conservación por hasta 30 días.

“Es un proceso muy costoso que requiere de varias tecnologías, personal capacitado para el seguimiento de normas de calidad, un esmerado cuidado de la inocuidad y de mucho personal para realizar cuidadosamente todo el proceso que se encuentra auditado en todo su curso por normas internacionales”, destaca Pannunzio.

En toda la operación, “entre 5% y 8% de la mercadería es destinada a disposición (pérdidas o desperdicio)”, dice el titular de APAMA. En sintonía, el presidente de ABC asegura que se está trabajando para mejorar la capacidad de frío instalada principalmente en los aeropuertos. “Si tenemos una superficie que no admite toda la fruta que requiere temperatura controlada, se la somete a temperaturas altas y al arribo a destino termina teniendo una merma”, concluye.

Publicado el 05-10-2017
Foto: Pixabay.